Iniciamos el tiempo de Adviento, tiempo de preparación para la venida del Señor, y con él un nuevo año litúrgico en el que meditaremos en la presencia del Señor en nuestra historia. Hoy leemos, en un pasaje del evangelio de Lucas, un fragmento del discurso escatológico de Jesús, en el que anima a sus discípulos a estar “despiertos”, a “mantenerse en pie” ante el Hijo del hombre que les acerca la liberación.
Con un lenguaje apocalíptico muestra las señales de ese momento esperado; son señales que afectan a la totalidad de la creación (cielo, sol, luna y estrellas, tierra y mar): la violenta sacudida de las potencias celestes hace presentir el final de un orden social injusto, de un mundo “viejo” que se encamina a su destrucción.
Aunque la reacción más lógica es el miedo, estas expresiones tienen el objetivo de animar la esperanza de los fieles, porque, en medio de la tribulación, llega Jesús como el Hijo del hombre, “con gran poder y majestad”, para hacer realidad la salvación de los hombres.
Por ello, ante la cercanía de la liberación de Dios, se impone vivir el momento presente en actitud de vigilancia activa, sin dejarse adormecer por los vicios y las preocupaciones de una vida irresponsable y superficial. Antes de que llegue el final de los tiempos, los cristianos, impulsados por el Espíritu, debemos dar testimonio de Jesús en medio de este mundo.