El episodio tiene dos partes: en la primera Pedro confiesa la auténtica identidad de Jesús, después de un diálogo con sus discípulos; en la segunda es Jesús quien revela la identidad de Pedro y le encarga una nueva misión.
Jesús plantea a los que van con él dos preguntas orientadas a evaluar el trecho recorrido y a confirmar a los discípulos en el camino del seguimiento.
La primera de ellas, dirigida a conocer la opinión de la gente, sólo obtiene como respuesta que Jesús es uno de los profetas precursores del Mesías. La segunda se dirige a los discípulos, pero sólo contesta Simón Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
La reacción de Jesús ante la confesión de Pedro constituye la segunda parte del pasaje: en él encontramos una bienaventuranza, en la que destaca la revelación del Padre; una promesa, que proclama a Pedro el fundamento del nuevo pueblo de Dios; y, con un cambio de nombre, se especifica la misión de Pedro: será el mayordomo del Reino, con el poder de las llaves, y el de atar y desatar.
Esta expresión significaba, en lenguaje rabínico, la potestad de dictar normas y establecer lo que estaba permitido o no; en otras palabras, se trata de la potestad de actualizar el sentido de la ley para adaptarlo a las nuevas circunstancias. La tradición católica ha entendido este pasaje como fundamento del ministerio de Pedro, que se transmite a sus legítimos sucesores, y ha visto en él el fundamento del primado del Papa sobre la Iglesia universal.