Tras la declaración de la pureza de todos los alimentos, Jesús extiende el anuncio del evangelio por territorios extranjeros; en Tiro y Sidón cura a la hija de una mujer pagana (Mc 7, 24-30) y luego, en la Decápolis, realiza el milagro que hemos leído hoy.
Con este milagro hace realidad aquel estribillo de la creación: “Vio Dios que todo era bueno”; y cumple la profecía de Isaías que leemos en la primera lectura: “los ciegos ven, los sordos oyen...” Pero el milagro lo hace a un extranjero.
De este modo el sordomudo al que Jesús cura se convierte en símbolo de las gentes paganas que en otro tiempo no podían escuchar la voz de Dios ni responderle con la alabanza. Jesús ha inaugurado un nuevo pueblo donde nadie es marginado por su raza o cultura y todos pueden escuchar y alabar a Dios. Y es símbolo también de los discípulos que no terminan de entender a Jesús, a quien le está resultando verdaderamente difícil abrirles los ojos y los oídos para que comprendan. También a nosotros el Señor nos ha espabilado y abierto el oído y nos ha dado una lengua de discípulo para que descubriendo su presencia amorosa lo anunciemos a todos los pueblos.
Hoy celebramos la Natividad de la Virgen. Es una de las fiestas marianas más antiguas. Se cree que su origen está ligado a la fiesta de la dedicación, en el siglo IV, de una antigua basílica mariana de Jerusalén, sobre cuyas ruinas fue construida en el s. XII la actual iglesia de Santa Ana. La tradición dice que en este lugar estuvo la casa de los padres de María, Joaquín y Ana, donde nació la Virgen. La fiesta comenzó a celebrarse en Roma en el siglo VIII, con el Papa Sergio I. Es la tercera fiesta de la "natividad" en el calendario romano, que conmemora la Natividad de Jesús, el Hijo de Dios (25 de diciembre, Navidad); la de San Juan Bautista (24 de junio) y la de la Santísima Virgen María, el 8 de septiembre. En los Evangelios no hay datos que confirmen esta fecha ni los nombres de los padres de María, que la tradición toma del Protoevangelio de Santiago, un escrito apócrifo del siglo II. En Milán, esta fiesta se remonta al siglo X; la catedral, dedicada a "María naciente", fue consagrada en 1572 por San Carlos Borromeo. Y siempre en Milán, en la calle Santa Sofía, se encuentra el santuario donde se conserva una imagen de María recién nacida, custodiada por las Hermanas de la Caridad de las Santas Bartolomea y Vicenta. Esta imagen fue realizada en el s. XVIII por una monja franciscana de Todi para su devoción personal. En su historia encontramos un milagro sucedido el 9 de septiembre de 1884: la curación de la postulante Giulia Macario, que llevaba varios días muy enferma. La devoción popular a esta imagen se extendió como resultado de las numerosas gracias obtenidas.