Jesús hace un segundo anuncio de su destino de muerte y de resurrección; y si el domingo pasado era Pedro el que no entendía el destino de Jesús, ahora son todos los que no comprenden. Y, en el colmo de su incomprensión, discuten quién es el más importante de todos ellos.
Cada vez entienden menos. Siguen a Jesús por los caminos polvorientos de Galilea pero no han aprendido a negarse a sí mismos y a estar dispuestos a cargar la cruz. No han comprendido la humildad y sencillez de Jesús que no busca ser servido, sino servir.
Por eso Jesús, con infinita paciencia, les enseña (“nos enseña”) el camino del servicio con el ejemplo de un niño, una criatura dependiente de todos y marginada en su tiempo en las relaciones sociales. La mayor dignidad está en el servicio, en el abandono de uno mismo por los demás. Ese es el camino de Jesús y es el camino que deben recorrer sus discípulos.