Jesús, en este pasaje evangélico que pertenece a los discursos de despedida, dice que el Espíritu guiará a los discípulos hasta la verdad plena. No quiere decir que vaya a añadir nada a lo revelado por Jesús; quiere decir que hará posible la comprensión y actualización de las enseñanzas del Maestro.
Además, en este y en otros pasajes del evangelio de Juan, se presenta la relación estrecha e indivisible entre el Padre, el Hijo y el Espíritu: Si Jesús, el Hijo, ha sido enviado para contarnos lo que ha oído y visto en el Padre, el Espíritu dirá lo que ha oído al Hijo; si Jesús ha dado testimonio del Padre, la misión del Espíritu será la de dar testimonio de Jesús; si Jesús todo lo ha recibido del Padre, El Espíritu recibirá todo el Dijo. Y todo ello sin subordinación, desde la igualdad e identidad de amor más profunda.
Lo admirable de esta revelación es que va dirigida al ser humano: el Padre tiene un proyecto de amor que nos revela a través de Jesucristo, y éste nos envía el Espíritu para que podamos "entender la verdad completa".
Así,
nuestra fe profesa que Dios es Trinidad; eso implica que Dios tiene rostro de
vida compartida, que no es alguien cerrado en sí mismo, sino relación,
diálogo comunicación permanentes; eso
implica también que estamos hechos a imagen y semejanza de un Dios que es amor
compartido. Por tanto, sólo en la medida en que nos dejemos habitar por él y
trabajemos por instaurar la comunidad trinitaria en nuestro mundo encontraremos
la verdadera felicidad, la meta para la que hemos sido creados, la realización
propia y la de toda la creación.