¿Cómo podríamos hacer una adaptación actual de la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro? Puede ser ésta: En un país de África, en una zona devastada por la guerra y la sequía, vivía un pobre hombre que se moría de sed y de hambre. Su aspecto escuálido apareció un día en el telediario después del comentario sobre la utilización de armas químicas en Siria. Era una imagen desagradable que "estropeaba" la opípara comida que cada día disfrutaba la familia. Tras las imágenes de la orgía disoluta de la "gente del corazón", parecía de mal gusto que las agencias internacionales sirvieran esta escena. Nadie sabía dónde estaba exactamente ese país, pues África es un continente desconocido para la gran masa. Y ya se sabe... lo que no sale en los medios de comunicación, no existe. Pero ese día la noticia produjo un escalofrío en todos los miembros de la familia.
Pero duró sólo un instante, pues a continuación entraba el presentador de la sección de deportes, comentando la polémica que estaba ocasionando que el entrenador no pusiera de titular al portero de siempre. Durante más de diez minutos esta noticia y sus comentarios correspondientes ocupó la pantalla del televisor. La otra imagen, la del pobre desnutrido, pronto se borró de la memoria de toda la familia. No se volvió a saber nada de aquél hombre, pero la realidad es que murió unas horas después. Muchas familias lo vieron, pero sólo alguna reaccionó. ¿Qué les dirá nuestro Padre del cielo cuando lleguen a las moradas eternas? ¿Qué justificación a su indolencia podrán aducir todos aquellos que vieron el telediario? Seguro que el Padre abriría las puertas de su mansión a aquel pobre hombre de África, como las abrió para que entrara el pobre Lázaro. El rico, en cambio, se quedó a las puertas, ¿podrá entrar en un lugar donde es preciso amar y practicar la misericordia?