29
MAR
2025

4º Domingo de Cuaresma



           Hoy leemos la  parábola del  hijo  pródigo. Forma una unidad con la parábola de la oveja perdida y la de la moneda perdida, con un mismo esquema: algo que se pierde, algo que se encuentra, algo que se celebra con gran alegría.

           Jesús dirige estas parábolas a los escribas y fariseos, que criticaban su comportamiento con los publicanos y pecadores, con la intención de justificar su proceder desde la misericordia de Dios: Dios hace fiesta como el pastor, como la mujer y como el padre al encontrar al pecador perdido.

           En la parábola del hijo pródigo encontramos tres protagonistas: el hijo menor se aleja de la casa del padre y representa a todo pecador que hace mal uso de su condición de hijo y se aparta de la amistad de Dios; a toda persona que reconoce su pecado e inicia un camino de conversión hacia el Padre.

           El padre representa a Dios que espera el retorno del hijo perdido no para castigarlo,  sino para devolverle su condición de hijo  (el anillo, el vestido, las sandalias); un Dios que hace fiesta e invita al banquete de la Eucaristía a todo pecador arrepentido.

           El hijo mayor representa a los escribas y fariseos a quienes Jesús dirige la parábola; éste lo ha hecho todo bien, se cree perfecto, no admite al hermano que ha vuelto,  y no hace caso de la invitación del padre a unirse a la fiesta y recomponer la hermandad perdida. Nosotros estamos también invitados a participar con alegría en la fiesta del perdón que nace del amor de un Dios que es como el padre de la parábola.


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