Los profetas de Yavé no cesan de reconvenir al Pueblo de Dios cuando éste se desvía hacia un culto quizá fervoroso pero que, sin el respaldo de la vida, se convierte en idolátrico.
Jesús, «profeta poderoso en obras y palabras», que primero comenzó "haciendo" para enseñar, que provocaba el asombro de unas muchedumbres «que oían “lo que hacía”» tanto o más que lo que decía, recogerá esta veta profética e insistirá -con fuerza mayor y una coherencia total hasta su propia muerte- en que «no todo el que “dice”... sino el que “hace” la voluntad del Padre entrará en el Reino.
La palabra de Jesús alcanza en este punto su claridad máxima cuando propone la práctica del amor, especialmente «con estos mis hermanos más pequeños», como el «criterio escatológico de salvación», conforme al cual se realizará el «juicio de las naciones».
La parábola del «buen samaritano» subrayará esta primacía de la práctica del amor por encima de las fronteras de credo, culto o religión. El evangelio de Juan recalcará hasta la saciedad que la práctica concreta, las obras, son las que dan testimonio creíble. "Por sus obras los conocerán", dice Jesús.
La prueba de la persona está en su hablar (segunda lectura de hoy). "Obras son amores, y no buenas razones", dice un refrán castellano. "Una cosa es predicar y otra dar trigo", dice otro. Los frutos buenos sólo pueden venir del árbol bueno, y por eso, los frutos prácticos, los hechos, son el mejor criterio de discernimiento moral.
En el fondo, Jesús nos está enseñando algo de sentido común, del buen y profundo sentido común.
La Iglesia celebra el Día de Hispanoamérica, este año bajo el lema Historia de Esperanza. Esa jornada pone en valor la presencia de la Iglesia en América y su labor en el desarrollo de los pueblos americanos hasta ser «historias de esperanza». Para ello se destaca la importancia del mensaje cristiano, donde fe y esperanza suponen un buena noticia para cada individuo y comunidad.