15
NOV
2025

Domingo 33 del Tiempo Ordinario - Jornada mundial de los pobres



    El elogio de la belleza del templo de Jerusalén motiva el "discurso escatológico" de Jesús, en el que se anuncia la destrucción del templo. Sin embargo, este acontecimiento, ocurrido en el año 70 d.C., no es el fin, como podían muchos esperar; es más bien un símbolo de todos los momentos difíciles  y todas las crisis que deberán pasar los discípulos a lo largo  de la  historia de la salvación;  por ello este pasaje ofrece pautas, mensajes de ánimo y llamadas a la fidelidad y al testimonio en medio de múltiples contrariedades.

           Jesús alerta a sus discípulos para que no se dejen engañar ante las convulsiones religiosas ("vendrán usurpando mi nombre"), políticas ("guerras y revueltas")  y cósmicas  ("terremotos,  epidemias,  hambre...) que se avecinan. Los cristianos veían reflejada su experiencia en estas palabras, pues, según aparece reflejado  en  Hechos de los Apóstoles,  sufrieron la persecución "por el nombre de Jesús",  tanto desde el ámbito judío  ("sinagogas" como desde el mundo pagano ("cárceles", "reyes y gobernadores"), incluso por parte de la propia familia ("os traicionarán vuestros padres, hermanos, amigos..."). Esta experiencia fue interpretada desde la fe en Jesús resucitado y les hizo conscientes  de  la  importancia  de una fe sólida y un testimonio coherente para conseguir la victoria final. La promesa aparece formulada en el último versículo del pasaje: "Ni  un cabello  de  vuestra  cabeza perecerá;  con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas".

    La Iglesia celebra la IX Jornada Mundial de los Pobres el próximo domingo 16 de noviembre. En el contexto del Año Jubilar, el lema seleccionado para este año ha sido tomado del salmo 71 y ahonda en la idea de la esperanza: «Tú, Señor, eres mi esperanza».

    La Jornada de este año se celebra en el contexto del Jubileo de la Esperanza. Ambas iniciativas, impulsadas por el papa Francisco, coinciden en la urgencia de hacer visible la esperanza, especialmente entre los que viven en situación de pobreza, son víctimas del hambre, la violencia, el desplazamiento forzoso de sus lugares de origen y la vulneración de sus derechos humanos.

    Las palabras del Salmista «Tú, Señor, eres mi esperanza» también brotan de un corazón oprimido por graves dificultades. Pero, como recuerda León XIV, permanece firme en la fe y encuentra en Dios la roca y la fortalece en la que apoyarse. Como el Salmista, el pobre “puede convertirse en testigo de una esperanza fuerte y fiable” porque “la profesa en una condición de vida precaria, marcada por privaciones, fragilidad y marginación. No confía en las seguridades del poder o del tener; al contrario, las sufre y con frecuencia es víctima de ellas. Su esperanza sólo puede reposar en otro lugar”.

    El Pontífice invita a reconocer a Dios como “nuestra primera y única esperanza” para realizar “el paso de las esperanzas efímeras a la esperanza duradera. Frente al deseo de tener a Dios como compañero de camino, las riquezas se relativizan, porque se descubre el verdadero tesoro del que realmente tenemos necesidad”. De hecho, señala que la pobreza más grave” es “no conocer a Dios”. Pensar “que no necesitamos a Dios y que podemos llevar adelante la propia vida independientemente de Él”.


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