20
JUN
2025

Solemnidad del Corpus Christi



        En el día de hoy, que celebramos el día del Corpus Christi, el día de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, leemos el relato de la multiplicación de los panes.

       Jesús enseña, cura y da de comer. Ante la situación en que se encuentra la gente, toma la iniciativa y acepta los pocos panes y peces que tienen los discípulos. Tras orar, los bendice, parte y reparte. Suficiente para que la multitud se sacie.

       Los discípulos son invitados por Jesús a colaborar en la tarea de distribuir el pan; los que ejercieron como servidores de la Palabra, ahora, como parte de su misión,  son ahora  servidores de la mesa; pero son intermediarios -la fuente está en Dios-, colaboradores para que todo el pueblo pueda comer hasta saciarse.

       El relato  nos  enseña que  con Jesús  se ha  hecho realidad la promesa del banquete abundante, gratuito y salvador que Dios prometió en el Antiguo Testamento.  Jesús, el Pan,  que ha dado de comer a la muchedumbre, se entregará también en el marco de la última cena para que su gesto sea recordado, repetido y celebrado por sus seguidores en favor de toda la humanidad. Y sus discípulos de hoy, siguiendo el modelo de amor de Jesús, deben continuar la labor de partir y repartir "los pocos panes y los pocos peces"  de que disponen  para  saciar el hambre de tantos pobres y necesitados de la tierra.

      La fiesta del Corpus Christi, el día de la Caridad, es una invitación a participar en la mesa de la Eucaristía, comulgar con Jesús y ser pan partido y repartido para los hermanos. El Corpus de este año es especialmente significativo porque está marcado por el jubileo de la esperanza. Y, como peregrinos de esperanza, se nos invita a ponernos en camino para identificarnos con su proyecto de vida y entregar la vida por los que habitan en la no-vida.

    Celebrar el día del Corpus Christi, la gran fiesta de la Caridad, es un signo profético de que la esperanza tiene y debe tener la última palabra, porque mientras haya personas que aman, que ayudan, que comparten con generosidad, que se conmueven con el dolor y el sufrimiento de los demás, la esperanza es imposible que se pierda.

    Pero es necesario recordar que quien participa en la Eucaristía ha de empeñarse en construir paz y denunciar las circunstancias que van contra la dignidad del hombre, por el cual Cristo ha derramado su sangre, afirmando así el valor tan alto de cada persona. Si no tomamos conciencia de esto, nuestras eucaristías se aproximan a la incoherencia.


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