Aparece en el evangelio de Lucas, por segunda vez y ésta en el viaje hacia Jerusalén, el envío de los discípulos a anunciar el Reino de Dios; ahora envía a 72: frente a la inmensidad de la tarea el anuncio de la Buena Noticia no puede limitarse a Israel ni afectar sólo a los apóstoles, sino que ha de implicar a todos los discípulos y abrirse al mundo entero. Las acciones que han de desarrollar los enviados están relacionadas con el mensaje que han de transmitir: desear la paz, curar enfermos, compartir vida y mesa más allá de prejuicios y escrúpulos legales... son modos concretos de hacer visible la cercanía del Reino que trae la salvación, rompe las fronteras que dividen a las personas y libera de todo aquello que las oprime y deshumaniza.
Las instrucciones marcan un "estilo misionero" acorde con el mensaje: pedir al dueño de la mies que mande trabajadores supone confiar en Dios pero implica disponibilidad para la tarea; viajar sin alforja ni sandalias significa relativizar la seguridad y la eficacia de los bienes materiales; ahorrarse los saludos protocolarios no es muestra de mala educación sino fruto de la urgencia por la llegada inminente del Reino Jesús avisa de que el mensaje puede ser rechazado e indica el gesto profético de "sacudir el polvo de los pies" como aviso del juicio; pero le invade la alegría al regreso de los discípulos: el éxito de la misión es una victoria sobre el mal y anticipo de la inmejorable acogida que el Evangelio tendrá más tarde entre los paganos.