06
DIC
2025

2º Domingo de Adviento



    El evangelio de Mateo nos presenta a Juan Bautista pidiendo a sus coetáneos la conversión, «porque el reinado de Dios [reinado “de los cielos” dirá Mateo, con el pudor reverencial judío que evita «tomar el nombre de Dios en vano»] está cerca». En aquellos tiempos de mentalidad precientífica y apocalíptica, la propensión a imaginar futuras irrupciones del cielo o del infierno servía para mover a las masas.

    Hoy, con una visión radicalmente distinta sobre la plausibilidad de tales expectativas apocalípticas, la argumentación de Juan Bautista ya no sirve, resulta increíble para la mayor parte de nuestros contemporáneos. No es que hayamos de cambiar (que hayamos de convertirnos) «porque el reino de Dios está cerca», sino exactamente al revés: el Reino de Dios puede estar cerca porque (y en la medida en que) decidimos cambiar nosotros (convertirnos), y es con ello como cambiamos este mundo... 

    La esperanza es esa actitud que consiste en «desear provocando», desear ardientemente una realidad todavía «u-tópica», pero no de manera pasiva, sino tratando de hacerla «tópica», de hacerla presente en el «topos», en el lugar y en el tiempo, aquí y ahora, en la Tierra, no en un cielo que no depende de nosotros.


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