En el evangelio de este domingo encontramos dos partes: la narración de dos acontecimientos históricos y una parábola que ilustra y profundiza el tema de fondo del pasaje: la necesidad de la conversión y la paciencia de Dios.
Jesús utiliza el caso de los galileos asesinados por Pilato y el de los muertos en el derrumbe de la torre de Siloé para hacer una llamada a la conversión y al arrepentimiento: no eran más pecadores que los demás y "si no os convertís todos pereceréis".
Sin embargo, ante el seguro juicio de Dios, la parábola de la higuera nos habla de cuál es el pecado del que hay que arrepentirse y cuál es la actitud de Dios ante el pecador.
El pecado, a semejanza de la higuera, es no dar el fruto debido en el momento adecuado; así la higuera representa a Israel y nos representa a todos nosotros, necesitados de conversión. Y la actitud de Dios es la paciencia; el juicio es seguro, pero Dios sigue ofreciendo al pecador la poda de su Palabra y el abono de su amor y misericordia.
Acerquémonos, pues, al amor misericordioso de Dios para mostrar en esta Cuaresma los frutos de la conversión.