La liturgia nos presenta otro fragmento de los discursos de despedida de Jesús, en el que vuelve a hablarnos del amor. Si el domingo pasado Jesús se refería al "mandamiento nuevo" como distintivo del discípulo, ahora habla del amor como fundamento de la comunión de vida con Dios.
Esa comunión de amor tiene su fundamento en la fidelidad a la palabra de Jesús: quien guarda su palabra se convierte, no sólo en el futuro, sino ya desde ahora, en morada de la divinidad, en templo permanente de Dios.
Pero, ¿qué sucederá cuando no esté Jesús?, ¿quién recordará y explicará sus palabras? Esa labor la realizará el Espíritu Santo, el Defensor de los creyentes, prometido por Jesús, que enviará el Padre en nombre de Jesús.
A la promesa del Espíritu Jesús añade la entrega de su paz: en un contexto de amenazas externas, tanto de judíos como de paganos, y de divisiones internas, Jesús pide a los suyos que superen el miedo y se mantengan fieles, y le promete la paz; lejos de ser la mera ausencia de conflictos, la paz (el shalom) implica salud, prosperidad, plenitud; es un don que, según el Antiguo Testamento, se nos dará en los "últimos tiempos", por medio del Mesías, el príncipe de la paz.
Estas promesas de Jesús tuvieron su cumplimiento tras la Resurrección de Jesús y siguen siendo una realidad entre nosotros y en nuestras comunidades.
La Campaña del Enfermo de este año, en consonancia con el Jubileo 2025, lleva por lema “En esperanza fuimos salvados (Rom 8,24)”. La Iglesia en España inicia esta Campaña el 11 de febrero, festividad de la Virgen de Lourdes, con la Jornada del Enfermo a nivel mundial, y se cierra el VI domingo de Pascua, este año el 25 de mayo.