Jesús inicia este "sermón de la llanura", transmitido por Lucas con unas bienaventuranzas, con notables diferencias con las que presenta Mateo en el "sermón del monte": son cuatro y no ocho, versan sobre situaciones reales y no son calificadas como "de espíritu", "de la justicia"..., y van seguidas de cuatro "ayes".
Jesús se refiere a los pobres, los que tienen hambre, los que lloran... "ahora"; los proclama "dichosos", felices, porque con Jesús llega el Reino de Dios y esas situaciones van a ser invertidas. Dios va a actuar como lo hizo en su día en Egipto con los israelitas explotados en Egipto.
Así Jesús muestra un nuevo rostro de Dios: no es el Dios que premia el buen comportamiento de los que todo les va bien, sino el Dios que opta por los pobres y los que sufren porque precisamente "ahora" tienen que soportar esa situación.
Por el contrario advierte ("Ay de vosotros...) a los que viven situaciones de riqueza y prosperidad que, si Dios opta por los pobres y excluidos, ellos van a sufrir un serio revés.
Con otro lenguaje y otro estilo Jesús repite lo que manifestó en la sinagoga de Nazaret: él ha venido a traer la Buena noticia a los pobres y a liberar a los oprimidos. Y quiere que el programa de su vida, así definido, sea el camino que han de seguir sus discípulos.