Hoy, el Evangelio nos recuerda y nos exige que estemos en actitud de vigilia «porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre». Hay que vigilar siempre, debemos vivir en tensión, “desinstalados”, somos peregrinos en un mundo que pasa, nuestra verdadera patria la tenemos en el cielo.
Hacia allí se dirige nuestra vida; queramos o no, nuestra existencia terrenal es proyecto de cara al encuentro definitivo con el Señor, y en este encuentro «a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más». ¿No es, acaso, éste el momento culminante de nuestra vida? ¡Vivamos la vida de manera inteligente, démonos cuenta de cuál es el verdadero tesoro! No vayamos tras los tesoros de este mundo, como tanta gente hace. ¡No tengamos su mentalidad! Ten la inteligencia evangélica para discernir cuál es el verdadero tesoro! Que las riquezas de tu corazón no sean los dioses de este mundo, sino el amor, la verdadera paz, la sabiduría y todos los dones que Dios concede a sus hijos predilectos.